sábado, 13 de junio de 2015

Contribuido por el señor XX-32. Esta historia ocurrió en 2010.

Me había levantado de la cama. Me dirigí a la cocina y ella estaba ahí. Mi fascinación y asombro terminaron por despertarme del todo al verla vestida tan provocadora. Ella estaba limpiando con un short diminuto y una camiseta ajustada. Hablo de mi cuñada que limpiaba en una posición en la que inclinaba su cuerpo hacia abajo, dejando relucir su hermoso culo, culo que quedaba elevado hacia arriba apuntando directo a mis ojos. El hecho de saber que estábamos solos en casa me motivó demasiado. Recuerdo que estaba vestido apenas con una ropa interior y una remera. Me acerqué por detrás y me coloqué muy cerca. Lo suficientemente cerca como para que notara la erección de mi pene. El sólo recordarlo ya vuelve a excitarme. Yo tenía entonces 25 años y ella casi 40; ella es la novia de mi hermano. Él, tan pícaro como yo, se buscó una mujer casada y de más edad. Aunque quien la ve no le da los años que tiene, y pese a sus hijos que son de varios maridos anteriores.
Así que la tomé de la cintura y la acomodé en la mesa de espaldas a mí. Ella se dejó llevar. A pesar de que es una mujer que sabría defenderse, no se defendió. No soy feo, las mujeres en la calle por lo menos me miran. Ese día estábamos solos y ella nunca limpia en casa. Eso me pareció raro, por eso tuve ese impulso: cogérmela.
Una amiga que no la conoce, pero que conoce una historia similar, me dijo que ella me quería coger porque siempre son las mujeres las que eligen. Siempre, me aseguró, sólo que lo hacemos de tal forma que el hombre cree que el que elige es él.
La tomé de la cintura y comencé a acercar mi verga a su culo, como dije. Me temblaban las manos de la excitación. Presionaba su cintura con fuerza hasta que ella soltó un gemido delicioso. Entonces introduje mi pene adentro. De solo recordar el recorrido que hizo en su recto, se me hace agua la boca. Se lo saqué y lo volví a meter nuevamente, todo esto lo hice lento, bien lento.
Se lo metí así, como estaba nomás. No le lamí la cola ni nada. Tenía la verga un poco jugosa, por lo que no fue difícil deslizarla. Quizá sintió mucho dolor cuando llegué a fondo pero yo lo disfrutaba y mucho. Ella con sus manos apoyadas sobre la mesa. Me fue fácil sacudir su cuerpito hacia adelante. Tiene un físico pequeño y atlético, es una joyita de muy buena forma. Además, levantaba su culito para que mi pene se deslizara mejor. Incluso, ya bien empalada, lo movía hacia atrás cuando yo iba para adelante y viceversa. Al fin le derrame todo el semen adentro. Gimió. Sí, quizá demasiado.
Al rato llegó mi hermano. Mi verga seguía parada. La eyaculación no me había suprimido la erección. Pero como sabía que él iba a llegar a casa, decidí dejarlo ahí y me fui a mi cuarto. Ella estaba un poco sonrojada pero casi siempre suele estar así. No creo que mi hermano se haya dado cuenta de nada.
Pasó un tiempo. Con ella nunca hablamos de lo sucedido. Era como decirnos tácitamente: acá no pasó nada.
Pero una vez en Halloween estaba solo en casa. Era de noche. Ella había caído por mi casa a buscar no sé qué cosa. Vino con una peluca colorinche y una minifalda. Se dirigió a su cuarto y yo me quedé mirándole el culo. En eso se dio vuelta y me miró. Se dio cuenta que la miraba y esbozó una leve sonrisa. Fue leve, muy leve, pero la noté. Se me paró la verga instantáneamente y me dirigí hacia su habitación. Ella me miró con cara preocupada al ver que iba hacia ella. Yo no me podía detener, estaba muy caliente. Entré y cerré la puerta. La miré serio y le dije:
—Te queda genial esa minifalda.
Ella había venido sola. Mi hermano, calculo, estaba con sus hijos buscando caramelos por las calles, como se hace siempre en Halloween.
Así que le pregunté si se tenía que ir rápido. Me contestó que sí. Le dije:
—Así vestida como estás me dan ganas de cogerte de nuveo.
Me acerqué más y le di un beso. La abracé acariciándole el culo. Se corrió un poco para atrás y me alejaba sin hacer fuerza, diciéndome: no, otra vez no. Al ver que era puro teatro, la volteé contra la pared diciéndole: no me puedo detener.
Me bajé el jean que traía puesto y el bóxer. Ella me miraba fijamente pero no decía nada. Miró mi verga parada y le dije:
—Sí, te voy a coger otra vez.
La apoyé de tetas contra la pared, le separe un poco las piernas y metí mi mano en su entrepierna por debajo de la falda. Acaricié lentamente la zona y ella suspiraba diciendo:
—Ay, dios mío.
Mis dedos jugueteaban de un lado a otro, acariciando su concha que estaba muy calentita y ya mojada. Los movía sintiendo sus labios vaginales. Acaricié su cintura. Tomé su tanga y comencé a bajársela lentamente. Mientras se la sacaba, le acaricié las piernas. Sus rodillas temblaban un poco, cosa que me calentó demasiado. Volví a meter mis dedos en su vagina, ya la sentía hirviendo en mis dedos. Así que moví zigzagueando los dedos mientras le besaba el cuello. Con la otra mano subí su minifalda e introduje el glande en su culito, que sentí palpitar. Se estremeció emitiendo un gemido.
—Ayyyyy —dijo suspirando.
Yo deslicé mi miembro hasta el fondo y le pregunté:
—¿Por qué siempre me la pones tan dura? —en tanto se la metía y sacaba sin detenerme.
Mientras la bombeaba y le besaba el cuello y la nuca, le decía al oído: qué culo bien levantado, me encanta meterla por atrás. Ella contestaba: sí, sí, sí, así, cuñado, así, así… apoyando su cara contra la mía.
Me dijo que sentía que mi verga la presionaba aun más adentro que la primera vez. Porque antes lo tenía muy cerrado pero al metérsela comenzó a dilatarse más y más. Gemía tan profundamente y sus pechos se agitaban tanto por las embestidas que me entusiasmó a pleno. Al rato el bombeo era completo. Ella jadeaba como loca y yo también. A veces pienso que quizá tuviera virgen el ano la primera vez que se la puse.
Lo cierto es que ya no teníamos mucho tiempo. Así que le saque la verga del recto cuando casi estaba por acabarme. La di vuelta inclinándola hacia abajo hasta hacerla arrodillar. En un momento, con tanto cambio de posición, creí que no eyacularía. De ahí que me masturbé frente a su cara un buen rato hasta que lancé todo. Ella aguantó el chorro en la cara con un suspiro y cerrando los ojos. Le pedí que se lamiera la leche. No quería que me la chupara porque de lo contrario me la iba a volver a coger y ella tenía que irse.
Después pensé que debí haberla cogido por la vagina también, pero como sucedieron las cosas —así de la nada— no tenía ninguna clase de protección a mano. Por eso preferí hacerlo únicamente por la cola las veces que se lo hice. La vagina es algo que me queda pendiente. Que nos queda pendiente…


(La mujer de mi hermano)

No hay comentarios:

Publicar un comentario