sábado, 23 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-26. Esto quizá date de mediados de la década de 1980.

Mi prima siempre fue muy resuelta, determinada. De chica parecía caprichosa y jodida, pero cuando creció eso se transformó en actitud.
No voy a decir desde cuando nos enganchamos en nuestras “exploraciones”, como ahora le dicen, pero sí que fue bastante antes de cuando ocurrió el relato centra objeto de esta historia. Son esas cosas, esas picardías que la curiosidad genera las que hicieron que nos gustáramos, que fuéramos cómplices para siempre.
Sus bien marcadas tetitas y esa manera de ponerse atrevida, esos juegos de mirarnos, nos llevaron a las primeras tocaditas. Tengo un año más que ella y me gustaba apretarle las nalgas dentro de la bombachita y a ella le encantaba restregarse la entrepierna contra mi muslo. Se me llenaba la cara de calor... y mi pene se endurecía en segundos; siempre a punto de explotar.
Uno de esos días, con ella mostrándome cómo le iban creciendo las tetitas, me tocó el pene por primera vez. Fue en una siesta... una de las tantas en que ambas familias nos juntábamos para comer y luego, cuando los grandes desaparecían, nosotros conversábamos, jugábamos y nos divertíamos… explorándonos. Recuerdo su pollerita corta o su short amplio, cosas que favorecían el ingreso de mis manos.
Ese día ella empezó a tocarme decidida. Creo que ya se masturbaba desde hacía mucho y quería ver cómo funcionaba eso conmigo. Durante su ejercicio, ya repetido de colocarse contra mi muslo y rozar allí su entrepierna, me pasó la mano por detrás del short hasta encontrar mi pene.
Aunque pequeño, mi pene ya estaba duro. Ella se rió, no sé si de nerviosa o porque le causó gracia, pero se quedó con el pene en la mano y lo retuvo atrapado, sin moverse ni moverlo.
Teníamos un cuarto en la escalera, de camino a la terraza, típico de casas viejas. Ahí fue donde ocurrió. Allí había una mesa que había sido de la cocina y unas sillas. Las usábamos para las tareas escolares. Cuartitos así lo tienen casi todas las casas viejas. Es curioso, nos cogimos con todo por primera vez hace más de treinta años, toda una vida. Y lo seguimos haciendo con cierta frecuencia, aunque ya esporádicamente. Pero… nunca me hizo sexo oral... Quizá alguna vez me lo haga.
Una vez escuché que entre primos no es incesto. Se basaban en que si la ley permite casar a dos primos, entonces es porque nada tiene de malo las relaciones sexuales entre ellos. Pero yo pienso que aunque no sea incesto igual da morbo... porque es algo prohibido, al menos por la sociedad, y eso es lo que vale. Porque digamos la verdad, ¿cuántos primos se casan con primas aunque la ley lo permita? Apenas unos pocos.
Además, en los tiempos de que hablo, hace treinta años o más, las chicas hasta iban a bailar acompañadas de la madre y no había mucho material para “informarse”, así que el primo / la prima venía a ser el campo de prueba ideal. Las turras de las madres te decían: con el primo /prima nunca, está prohibido, porque con tu primo / prima no podrías casarte y cosas así. Porque saben que es algo inmediato y frecuente, porque si te enamorabas de tu primo / prima era un lío. Y si te ponías de novio y después cortabas, era un gran bolonqui familiar. Por eso lo desalentaban… y lo siguen desalentando. ¡Tu hija sedujo a mi hijo! ¡No, no, decí mejor que tu hijo se aprovechó de mi hija! Así que nuestras madres se cuidaban mucho de decir que la ley permitía casarte con un primo. Las nuestras, la de mi prima y yo, no eran la excepción…
También estaban esas mentiras que se vuelven verdad de tanto repetirse. Como la de que saldrían hijos defectuosos, mi abuela decía eso cuando hablaba de las colectividades que sólo se casan con gente de su etnia.
Pero volvamos a mi prima. Obvio que tenemos un vínculo fuerte porque yo estoy casado y ella aunque ahora separada, se divorció dos veces, pero lo nuestro sigue aun después de treinta años. Alguien me dijo que algo así denota enamoramiento… y muy fuerte. Y debe ser cierto, una simple calentura no dura tanto. Encima mi prima se la pasa peleando con todo al mundo, inclusive ahora, que tiene más de cincuenta, pero conmigo tiene otra postura. Así que quizá ella esté enamorada de mí aunque no lo diga, aunque seguramente lo niegue si se lo planteo.
Otros dirán que lo nuestro es un cable a tierra que tenemos, pero más que cable me parece que es un pararrayos de aquellos… Voy a comparar. Cojo con mi mujer y cuando acabamos, se pone a hablar de lo que hay que hacer, si tiene que levantarse temprano... si hay que hacer compras, que si esto o lo otro, bla, bla, bla... Se cae en lo prosaico como diría un poeta. En cambio con ella, con mi prima, como es furtivo y cómplice, no existe nada alrededor. Todo es poesía aunque sé que ella misma se reiría de esta palabra.
Así aquel día, el de “nuestra gran exploración” mi prima me hizo sentir que yo ya estaba en condiciones de eyacular. Cuando tenía mi pene en la mano, durito... me vinieron ganas de sacudirla. Pero no lo hice ni se lo pedí, porque no sabía qué iba a pasar.
Después ella se puso de novio con mi amigo, así que ahí la corté porque tengo códigos. Incluso dejamos de tocarnos y masturbarnos. Estuvimos mucho tiempo sin hacer nada. Este novio fue su primera experiencia. Después se pelearon y no sé la causa.
Por fin llegó el gran día. Una Navidad la estábamos pasando en casa. Un calor de puta madre. Humedad y calor porteños. Y la típica... los viejos se fueron a dormir la siesta. Yo me empecé a reír, mirándola. Le dije que no había querido hacer nada con ella porque estaba de novia y encima con un amigo mío. No tardó en responder:
—Sos un boludo... —así de una, sin anestesia.
Me metió una mano en la entrepierna. Por encima del short. Ella estaba con un vestido tipo solera. Estaba estupenda, muy fuerte... hermoso cuerpo, buenas tetas, culo, ojos, boca... todo. A todo eso, súmenle la actitud: el combo perfecto. Se le llena la boca de saliva. Se le hinchan los labios. Se le pone la piel sedosa y brillante, lubricada. Sus tetas parecen explotar. Cuando acaba, es un manantial. Pero nunca me dice te quiero mientras cogemos. Repite mi nombre, eso sí. Pero tiene vergüenza. Aunque cuando no cogemos, a veces, sólo a veces, me dice: ¡vos no sabés cómo te quiero!
Así que ese día me besó en la boca. Me devoró la trompa. Tiene labios carnosos. Y repitió:
—Sos un boludo.
Miró para la piecita... la nuestra, la que ya casi nos habíamos olvidado. Hacía un calor insoportable. Así que le dije que no. Aparte, los viejos ya se iban a avivar si nos metíamos ahí... éramos grandecitos. La llevé de la mano al garaje. Mi viejo tenía un auto grande... un Falcon. La calentura me cegaba. Corrimos las butacas de adelante hacia el frente, lo más que pudimos. Me senté en el medio y ella me montó, a lo amazona, decidida, con iniciativa aunque vestida.
Empezamos besándonos. Me ponía las manos en las mejillas. Me quería coger y yo a ella. Yo con las manos en sus nalgas, las subía por la espalda, la tocaba. Y encima ese pelo... Nos acomodamos mejor y descubrimos sus tetas bajando los breteles de la solera. Creo que bajamos un bretel cada uno. ¡Qué tetas! Empecé a besarle los pezones. Aureolas redondas, grandes y rosadas, propias de una buena cogedora, casi del color de la piel.
Franela fuerte, bien fuete. La froté sobre la tanga. Ella se levantó un poco y corrió la tanga para el costado, así me invitaba a tocarla sin intermediario. La deseaba muchísimo. Y ella a mí…
Ella sobre mí. No se bajó nunca. Es más, siempre… siempre cogemos con ella arriba. Ella en posición dominante. Levanté el culo para bajarme el short. Era un short sin bragueta, no había otra. Ella vestida pero en lolas. Al bajarme el short, se me trabó en el pene. Tiré y en dos segundos estaba en bolas. Así que ella con las lolas al aire, la falda del solero recogida y la tanga puesta pero corrida hacia un lado. Como yo ya estaba en cueros arriba, al quitarme el short quedé en bolas. Agarró la pija y se la puso. No podía ser de otra manera. De un viaje... adentro. Estaba canchera. Creo que me adora aunque nunca lo diga.
Fueron segundos... como mucho un minuto, minuto y medio a lo sumo… ¡y me pegué una acabada tremenda! Fue mi primera vez y se lo debo a ella.
Seguimos un poco más con el pene adentro, pero con tanto jugo se me bajó un poco, además, la tengo chica...
Entonces se acomodó con la concha abierta en mi muslo y a pura franela acabó a lo loco. Yo le metí mano por todos lados: tetas, culo, todo... Ella parecía interminable. Tuvo  un orgasmo corto pero muy enérgico. Con los años, noté que tiene orgasmos según la ocasión. Por ejemplo, le hago sexo oral y explota enseguida. Yo tengo orgasmos de un minuto más o menos. A mí me apasiona como es, todo. Ella a veces acaba contra mi boca y después me coge y vuelve a acabar conmigo.
Estoy pasado de calentura... me vino todo esto a la mente y no puedo casi escribir. Me laten las sienes. Sintetizar en esa primera relación lo que fueron todas tus relaciones sexuales con ella quizá sea una hermosa historia de sexo pero también una hermosa historia de amor.

(Mi primera vez)


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