sábado, 23 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-25. El hecho probablemente date de 2008.

Cierta vez fui con mi novia a un parque, el Simón Bolívar. Ambos habíamos pasado el cumpleaños número 24. Fue hace muchos años. Era mi novia de hacía muy pocos días. Nos habíamos besado, eso sí, pero aún no lo habíamos hecho. Estábamos cerca del anfiteatro aunque ya ni recuerdo qué banda tocaba. En realidad tampoco entonces importaba: había mucha gente y estábamos muy excitados. Se trataba de un concierto de rock. Ella tenía una falda ajustada y corta, en un momento la empecé a frotar y a abrazarla fuerte, apasionadamente.
Y ella que no, Santiago, no. Santiago, que hay gente. Pero su respiración era cada vez más rápida y eso hacía que yo siguiera adelante. Ella insistía con lo de no, Santiago, no que hay gente. Pasé mis manos por debajo de su falda sin que nadie lo notara. Creo que llegué a tocarle el muslo o quizá algo más.
—Santiago, ¿qué estás haciendo?
—Me tienes muy excitado y siento que tú también lo estás —¿qué podía decirle?, si además era cierto.
Pero no se quedó atrás pese a sus negativas:
—¿Por qué te excito? ¿Acaso te gusto?
—Lo sabes...
—¿Mucho?
Su cuerpo era hermoso, sus labios sensuales, ese trasero tan bien torneado.
No sé si le dije esto o algo peor, recuerdo que me retó:
—No hables así. Me conoces de hace dos días apenas.
—Pero no puedo ocultar lo que siento.
Ahí me volví loco y le dije:
—Mira, tócame para que veas como me tienes…
—Mejor, sólo bésame, ¿si? ¿Como buen niñito bueno?
Pero yo estaba demasiado loco.
—¡Santiago, me estás tocando!
—Vamos atrás de los matorrales, allá está más solo.
—¿No puedes controlarte? ¿Los matorrales… que matorrales?
—Aquellos que están en la oscuridad.
—No, ahí tengo miedo.
—Vamos, la pasaremos muy bien…
—No, allá está muy oscuro.
—No te pasará nada malo.
—¿Lo crees?
—Sí, ¿vamos?
—No sé... ¿te parece? ¿Y si me besas antes?
—Claro que te beso.
—Santiago, me estás tocando arriba…
Y ahí sentí un ahhhhh que me puso más loco todavía.
—No seas malo.
—No puedo aguantar las ganas...
—Compórtate,
Pero ya era un compórtate sin convicción. Así que le dije que tenía unos senos muy bellos y era cierto. Demasiado bellos…
—¿Las ganas? ¿Las ganas de qué, Santiago?
—…de tocarte.
Sus labios eran muy sensuales, demasiado…
—¿Por qué me tocas... arriba? Nadie me tocó así.
—Porque me tienes muy deseoso de ti y de todo tu cuerpo.
—¿Qué tiene mi cuerpo arriba que te gusta tanto?
—Es que imagino esos pezones marrones… no sabes…
—¿Te gustan mis senos? Si no los conoces… tonto…
—Pues lo poco que se observa entre tu escote hace volar mi imaginación.
— ¿Tanto te gustan?
—Más de lo que te imaginas.
—Si vamos a esos matorrales… ¿me respetarás?
—Lo único que te puedo asegurar es que no haré nada que tú no quieras.
—Pero no te creo, estás, estás... demasiado excitado… se te nota y mucho.
—¿Y tú no lo estas?
—Algo…
—¿Ves? Vamos, no seas mala.
—Prométeme, que no harás nada que no quiera.
—Ven, recuéstate en el césped. Vamos, está limpio y no nos ven.
—¿Estás loco? Acá no, detrás de los matorrales…
—Ok.
De más está decir que fuimos detrás de los matorrales.
—Hay gente por acá, Santiago.
—En este pedazo de acá no hay, además todos están muy ocupados con sus parejas.
—No mientas Santiago. ¿Allá atrás no hay una pareja contra un árbol?
—Vamos, amor, regálame un beso.
—Contesta, no te hagas el tonto…
—Sí, y parece que lo están haciendo.
—¿Viste? Tenía razón. Ay, mi amor, te beso, sí…
Nos besamos largamente. Yo sentía sus senos contra mi pecho y ella mi bulto que ya estaba por reventar.
—¿En serio crees que lo están haciendo, Santiago?
—Sí, mi amor, lo están haciendo y por eso ni nos mirarán. Dame más besos.
—O sea que lo están haciendo…
—Sí y siento que estás cada vez más excitada.
—La chica jadea, Santiago.
Yo aproveché su distracción:
—Santiago, no me bajes el bretel, nooooo… No, por favor que nos pueden ver.
—Está bien, amor, pero al menos tócame y siente cómo me tienes…
—Ay, dios. Es muy fuerte.
Y yo seguía aprovechando cada distracción:
—Y me bajaste el bretel nomás. Eres terco… Ahora falta que me bajes el solero…
—Ven, acomódate y te lo bajo.
—¿Te lo bajo? Ya me bajaste casi todo…
—Déjame que me siente en este tronco para que te montes encima…
—No, Santiago, eso no. Nada de montarte.
No insistí, sus tetas eras preciosas y eso por el momento me conformaba.
—¿Para que me bajaste el solero?
—Déjame besar tus pechos.
—No me desnudes más. Ay, no, por dios. Dijiste que no harías nada que no quisiera.
—Entonces dime que quieres hacer.
—Me dejaste desnuda arriba. ¿Te parece bien?
Miré con deseo esos pechos blancos, esos pezones oscuros, y contesté:
—Sí, me parece bien. Me parecen perfectos.
—No me refiero a mi cuerpo, me refiero a…
—Déjame tocar y besar esos pezones hermosos.
—¿Te parece bien que esté así en tetas? Puede verme alguien y qué va a pensar.
—Pensaría lo mismo que yo, que son las tetas más lindas del mundo…
—Eres incorregible…
—Dámelas, nadie más te está viendo. ¿Me dejas besarlas?
—Esa chica sí me las está viendo. Sólo bésalas, ¡rápido y me visto!
—Huyy, están duritas, que rico.
—¿Te gustan mis pezones? ¿Viste qué largos?
—Ay, qué rico, son bellísimos...
—¿Van a amamantar a tus hijos, Santiago?
—…duritos, parece que fueran a estallar
—No contestas... ¿estos pezones van a amamantar a tus hijos?
—Sí, mi vida, los van a amamantar. Ahora déjame meter las manos entre tus piernas, quiero ver como estás allá abajo…
—No, Santiago, eso no. Confórmate con tomarme arriba.
Así que no pude meter más mano. Estaba excitado pero en el fondo yo era un caballero y una promesa es una promesa.
—Santiago, ¿me amas?
—Claro que te amo. Entonces, tócame tú a mí.
—Bueno, eso sí. Pero no puedo abrir el cierre…
—¿Te atreves a chuparme aquí?
—¿Qué? ¿De qué hablas, Santiago?
Otra metida de pata y ya van…
—Déjame que te ayude… —mejor que se olvidara de mi exabrupto, pero no:
—¿Qué es eso de chuparte qué? ¡Santiago, pídeme perdón!
—Perdona, es que estoy tan excitado que digo cosas sin pensarlo…
—Me pediste tocarte.
—Es que… mira cómo me tienes…
—Sólo tocarte… Ay, qué enorme.
Mi pene quedó afuera del pantalón y ella sólo lo miraba. Cuando pensé que ya no se atrevería a nada:
—Enséñame a tocarte, Santiago. Enséñame.
—Bésame sólo un poco para que se ponga más dura. Vamos, bésala.
—No, no, no y no.
—Para que se ponga… no seas mala.
—No, sólo las manos. A ver… ¿cómo hago? Enséñame…
—Así, suavemente… pero apretando un poco fuerte. Déjame besar tus senos mientras haces eso.
—Sí, bésame… ya que te gustan tanto… pero no más…
Me abalancé:
—Santiago, no mes estás besando… me estás chupando... Ahhhhhhhhhhh.
Creo que fue su primer orgasmo.
—Santiago, me dijiste que te toque suavemente y te apriete un poco fuerte, ¿en qué quedamos, suave o fuerte?
—Sigue así como vas, me tienes muy excitado…
—¿Te gusta con mi mano? ¿Acelero o más lento? —dentro de su recato es divina.
—Está bien así, pero quiero sentir cómo estás allá abajo.
—No, no, no y no. Porque sé como terminará. Ahhhhh, cómo chupas. Siento que mis pezones están durísimos.
—¿No quieres tener este pene duro dentro de ti?
—No, es demasiado rápido para que quieras hacerme un hijo. Apenas dos días que somos novios.
—No, si quieres me vengo afuera.
—Prefiero.
Fue hábil, yo decía de poseerla primero y eyacular afuera pero ella interpretó lo que quiso: que eyaculara afuera sin penetrarla.
—¿Alguna vez me harás un niño?
—Cuando vivamos juntos tendremos muchos hijos.
—Pero no podrás chupar mis tetas porque estarán ocupando las bocas de tus bebés.
—Sí, sí, pero no dejes de tocarme.
—No, te quiero satisfecho. Vamos, mi amor, vamos. Vamos, así, así.
—Déjame tocar tu trasero.
—Bueno pero solo el trasero. Atrás, solo atrás.
—Qué piel suave…
—Me estás sacando la bombacha, nooooo…
—Se siente muy rico. Noté que estás muy mojada.
—No me lamas el... Basta, olvídate de adelante, sólo el trasero me dijiste.
—Qué delicia, déjame besarte allá abajo…
—Me estás lamiendo la cola…
—No aguanto más... quiero estar dentro de ti.
—No me desvirgues adelante.
—Quiero estar dentro de ti.
—No me desvirgues adelante.
—Pero si estás igual de excitada que yo.
—No, ¿quieres estar dentro mío, Santiago? ¿Eh?
—Está bien, has que me venga… pero con la mano me demoro muchooo… usa otra cosa…
—¿Y con qué?
—Con la boca.
—¿Con la boca? ¿Es eso de chicas decentes, Santiago?
—Sí, cuando se ama se hacen esas cosas…
—Esa chica que esta allá parece hacer eso…
—Efectivamente, ella ama a su pareja.
—¿Quieres que te lo haga en serio?
—Préstame tu dedo.
—Ahí lo tienes, Santiago. ¿Para qué lo quieres?
Metí su dedo en mi boca y le dije:
—Mira, quiero que me hagas sentir esto. Me harías muy feliz.
—Bien, ahora dime qué hago con mi dedo mojado. Ya… ya deja de chuparlo, ya está bien.
—Ahora haz lo mismo con mi pene.
—Ah, pero tu boca no llega hasta tu pene…
—Qué graciosa…
—Jajaja. Esta bien, ya veo lo que quieres… Acuéstate sobre el césped, amor.
—Listo.
—Ahora, Santiago, abre las piernas. Abandónate…
—Sí, mi amor, sí… lo que quieras.
—Siente como te acaricio lo que un día tendrás dentro de mí…
—…
—Siente como acaricio tus muslos…
—Sííí…
—Siente como me vuelco sobre ti…
—Delicioso.
—Siente que vas a entrar en mí pero no abajo… Siente mis labios carnosos…
—Huyyyy, qué delicia.
—Enséñame a succionar… ¿Es cierto que es como si fuera una vagina?
—Sí, la boca es como una vagina…
—Relájate mi hombre, relájate…
—Dale así, de arriba a abajo, lame todo mi miembro.
—Vamos, tranquilo, es tu novia la que te hará esto. Deja de angustiarte…
—Sí, sí, mi amor.
—Quiero besar y lamer… Ay, qué duro que está…
—Tienes unos labios muy ardientes.
—Es una piedra. Con esto me harás madre algún día…
—Sííí… ¿Me vas a hacer venir?
—Hoy será sólo un anticipo… Claro que te haré venir…
—Sííí…
—Claro que te haré llegar… Vas a ser mío… en mi boca.
—Sí, así, así, bésame allá abajo… lámeme… succióname… ahhhh.
—Sí, te voy a succionar suavemente… quiero todo tu fluido, todo tu amor…
—Vamos, mi amor, me estás chupando, síííí… Qué rico…
Ella siguió chupando y lamiendo, largando su aliento también. Cuando me soltaba, me decía entonces ven, vamos, ven… llégame…
—Mmmmm, sí, amor, sí, dame tus labios, estoy disfrutando como nunca, muchísimo… gozando, eres un amor…
En un momento paró y me dijo: ¿vas a venirte dentro de mi boca o no? Yo, con los ojos cerrados, le contesté: ya casi termino. Y ella agregó:
—Te lo haré siempre así hasta que vivamos juntos…
—Síííííí… hasta que vivamos juntos… después me darás todo…
—Porque por la boca no puedes embarazarme… Pero cuando vivamos juntos quiero que me embaraces, ¿si?
—Síííííí… Toma aquí tienes todo mi semen. Ahhhhhhhhhhhhhhhh.
Quedé muerto. Nunca había sentido tanto placer. Se acostó a mi lado, se acurrucó y se puso amorosa mientras yo me recuperaba:
—¿Estás bien amor? —me dijo.
—Te amo, eres una novia preciosa y complaciente.
—Pero, ¿te gustó?
—Me encantó.
—¿Te vas a casar conmigo o buscarás alguna de esas tilingas que andan por ahí…? —lo dijo con gesto despectivo.
—Prometo que serás la madre de mis hijos.
—La madre de tus hijos… ¿o sea que no seré tu esposa?
—Claro que sí, sólo tendré hijos con mi esposa… —lo dije medio enojado.
—Hummmm, lo pensaste mucho... No sé si me amas.
—No hables así, después de lo de hoy te amo más.
—No sé, por ahí necesitas una de esas que andan por ahí… Jajaja.
—¿Quieres casarte conmigo? —le dije en un arranque.
—¿Mañana?
—Sííí… mañana.
—Claro… lo dices para poder cogerme.
—Para irnos de luna de miel y hacerte nuestro primer hijo. Te adoro, ¿o no te diste cuenta?
—Ah, mira… Lo voy a pensar… ¿será varón o nena?
—Varón —le contesté enseguida.
—Claro, para que ande corriendo a cuanta pendejita ande por el vecindario, ¿no? Parece que quieres nietos rápido…
—Eres divina… jajajajaja.
—No, Santiago, será nena. Son más dóciles para criar.
—Será lo que Dios quiera…
—Ay, Santiago, no sabes jugar…
—La amare igual, te lo prometo.
—No sé si quiero casarme contigo… porque no sabes jugar. Si yo digo nena, tú debes decir ¡no, será varón!, y yo ¡no, será nena!... y así… ¿entiendes?
—Ok, ok.
—Y así entre no, será nena, no, será varón… me tomas y me llevas a la cama y me lo haces, tonto… jajajaja.
—Está bien pero dame un minuto, ¿no ves que acabo de eyacular? Jajajajaja.
—No será hoy. Ni lo sueñes… jajajaja.
Me acurruqué contra ella y empecé a acariciar su pubis. Su tanga seguía mojada. Fue hermoso hacerla acabar con mis manos. Me sentí poderoso cada vez que le arrancaba un nuevo orgasmo…


(Un noviazgo al viejo estilo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario