lunes, 18 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-22. Esto ocurrió probablemente por el año 2005.

Vivo en Perú y era por las fiestas de fin de año. Habíamos salido con un amigo (pongámosle por nombre Robert), su novia y el primo de Robert. Andábamos todos en los veinte años. Entramos a un lugar donde te vendían alcohol y nos pusimos a tomar unas copas. Sólo queríamos divertirnos pero en época de fiestas no es fácil hacerlo. No sé bien qué pasó, si alguien de los nuestros chocó una silla contra otra que no debía o qué pasó pero lo cierto es que empezó una pelea. Al rato al primo de Robert tenía una herida en la cabeza. Después aparecieron los de siempre, los que tratan de detener todo, de poner paños fríos y llevarse a los violentos, pero la cabeza queda rota y sangrando. Así que Robert me dijo:
—La salida se acabó. Por favor, tú que eres buen chico, lleva a mi novia a su casa porque yo tendré para rato con mi primo. Lo llevaré al hospital a ver que le cosan, Hazme el favor.
Así que empecé a caminar con su novia hacia su casa. No era cerca, serían como veinte cuadras o más. Los dos primos se fueron en la dirección opuesta y pronto ya no los vimos.
Cuando volvíamos con la novia de Robert ya era noche. Ella no parecía preocupada. Su enamorado tenía que hacer ver a su primo por un médico y eso podía llevar horas. En el hospital a donde iban, tú entras y no sabes cuando sales. Puede que te atiendan en cinco o seis horas, nunca menos que eso. Ni hablar en las fiestas que es cuando más se dan esas trifulcas.
No pasó mucho tiempo que cruzábamos un parque. Faltarían unas diez cuadras para llegar a casa de esta chica, ella me dice señalando un banco:
—En este banco tu amigo quiso hace tiempo hacerme su mujer.
Yo me reí por la ocurrencia pero ella me miró seria. De pronto se detuvo y me dijo; estoy cansada de caminar, a la ida fue igual, ya me duelen los pies.
Así que nos sentamos en ese banco. No había un alma en el parque, sólo nosotros dos. Con seguridad estaban todos festejando o peleándose por ahí. Yo no sabía de qué hablarle. Lo único que ansiaba era que se le pasara el dolor de pies y dejarla en su casa. De pronto ella me dijo:
—¿Son ciertos esos chistes que siempre te hacen? —y miró seria hacia mi bragueta.
Sí, porque cuando estábamos bebiendo entre amigos, eran comunes las bromas que se gastaban por el asunto del tamaño de mi pene. Yo no sabía qué contestarle cuando siento que su mano acaricia mi pantalón.
—No, no, no lo hagas. No sigas con esto —y le empujo la mano para que no me toque.
—¿Qué, acaso no te gusto? ¿Acaso no soy buena para ti? —decía esto mientras movía sus tetas enfrente de mi cara y la verdad que las tenía muy pero muy buenas.
—No, no es eso, pero pasa que Robert es mi amigo… Y no es correcto hacerle esto a un amigo. Somos amigos de cuando íbamos a la escuela…
—¿Eres tonto o te haces? ¿Crees que si fuera tu enamorada en vez de ser la enamorada de él, Robert me diría no, no que es mi amigo?
Y muy decidida me bajó el cierre del pantalón y buscó hasta encontrar lo que buscaba. Se quedó pasmada y sólo dijo: “era verdad lo que se decía”.
Traté de resistirme, lo juro, pero era una hembra sedienta. En menos de un minuto tenía la cabecita adentro de su boca y no tenía intención de parar así la mataran.
Al rato miró hacia todos lados y se desnudó de la cintura para arriba. Ahí sí que ya no pude resistirme. Su piel era hermosa, sus tetas un encanto. Levanté su falda y la dejé sin nada debajo. Entonces al verse libre de ropa, al menos de la esencial, me dijo:
—Échate boca arriba en el banco.
Le hice caso y ella me montó. Sentí cómo su concha mojada atrapaba mi pija. En diez minutos era una máquina de coger. Se movía como una puta, mi dios. Al principio yo pensaba en lo que le estaba haciendo a Robert pero al rato ya no acordé más de mi amigo.
Ahí no paró la cosa. La chica tenía un cuerpo precioso. Quería gozarla con todo y la puse contra el banco, ella inclinada, agarrando el respaldo. Le entré de atrás, uno, dos, tres, bombeaba yo y bombeaba ella. Yo sentía que ella jadeaba y terminaba en alaridos. Descansábamos un rato y vuelta a lo mismo. Ella me provocaba, me decía qué no soy tan buena para ti, qué…
En un momento paramos. La noche era serena. Se sentían algunos grillos, el sonido venía desde los árboles. No sé por qué me imaginé en medio de una selva, ella y yo solos. Me dije que tenía que ser mía por completo. No pude parar de desearla más y más. Ella no variaba su posición de inclinada contra el banco, con la cola provocativamente hacia fuera, tomé mi pija con la mano derecha, levanté la falda y metí para adelante. Sentí que entraba. Ella no se movió. No era el mismo orificio, no. Entré con fuerza. Ella sólo dijo: ahora sí que te siento bien macho… No tardé en vaciarme dentro del lado de atrás. Ella alzó el torso cuando sintió mi leche. Después quedó tendida contra el respaldo.
Al rato volvíamos a caminar. Nunca más volvimos a hacerlo ni hablar del tema. Mi amigo está casado con ella desde hace varios años.     

(El parque)


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