jueves, 7 de mayo de 2015

Contribuido por el señor XX-16. Habría ocurrido a mediados de los años de 1980.

Ese viernes iba a buscar a mi novia, ahora mi mujer, a la clase de danzas.
Veinte años, tipo alemanita, pulposita.
Nada de coger, sólo franela.
Un gran salón al sur del gran Buenos Aires con un pasillo-balcón en lo alto desde donde se dominaba todo.
A la profe le decían la tana, a su marido el turco.
Ellos tendrían 30 años. Yo 26, seis más que mi novia.
Terminó la clase, bajamos, la tana me se acerca con cara de orto.
El turco: no lo jodas, es el novio de la alemanita.
A la tana le cambia la cara, me da un beso y me dice: ah, ahora entiendo por qué habla de vos hasta por los codos.
Las chicas pasan despidiéndonos, algunas me fichan.
La tana se da cuenta y las raja cuanto antes.
Aparece mi ángel y se tira a darme un beso.
La tana que la amonesta.
El turco que le dice: che, no seas Sicebuta, dejá a los pibes que se quieran.
Mi novia que los besa en la mejilla.
La tana que vuelve a mirarme con cara de orto y me dice: la llevás derechito a casa…
El turco que me dice: sí, a casa… después de… bueno, ya sabés.
La tana que le reprocha: ¿no ves que es más grande y ella una nena?
Nosotros que nos escapamos de la mano.
Mi novia llegó a la casa pero no derechito.
Paramos en la plaza cercana a su casa y ahí meta franela a lo loco.
Quiero ser tuya.
Mi amor, dentro de seis meses, lo prometimos…
De esa forma descubrí que era multiorgásmica.
A la siguiente clase el turco que me dice: ¿y… te la cogiste?
Y yo: nada, cuando nos casemos…
Te la van a birlar, hacé lo que te digo… papá mono sabe.
El día anterior a la boda el turco me dice: ya que no seguiste mi consejo, cogete a la alemanita por todos lados, no le perdones un solo agujero.
Al bajar, la tana me miraba pero no se atrevió a recomendarme que la llevara directo a su casa.
Se limitó a ponerle cara de orto al marido y a decirle: seguro le recomendaste alguna hijoputez.
Ese noche en la plaza, mi novia acabó como cinco veces y después me desabrochó la bragueta.
—¿Qué hacés, mi amor?
Lo que debe hacer toda mujer a su marido: un pete, nunca lo hice y mañana nos casamos.
La fui llevando, le diciendo: más rápido o más lento.
Al terminar me aclaró: la tana me dijo que te lo hiciera porque dice que muchos se van a coger con una puta el día anterior a casarse y no quiere que me hagas eso, me quiere mucho.
—No lo haría, pero ahora que lo pienso…
—Turro —y me pegaba de mentirita.
En la noche de bodas le hice caso al turco: en las sábanas quedó el manchón de sangre y le dolió a morir el culo pero aguantó bien los dos palazos.
Después de la luna de miel, la tana estaba muy dulce.
Por momentos me abrazaba y se quedaba como tres minutos agarrándome de la cintura.
El marido lo veía pero no le decía nada.
Una noche dirigía la clase de danzas otra profesora. Mi mujer como parte del alumnado.
Los tres apoyados en la baranda del pasillo-balcón: la tana entre el turco y yo. Ella tan cerca que una de sus lolas chocaba con mi brazo.
Después que bajó su mujer para hacerse cargo de la siguiente clase, el turco me dijo: está mucho más linda que antes tu guacha.
Yo me reí y contesté: sí, tu mujer, también.
—Sí, sobre todo cuando te refriega bien una lola, ¿no?
¡Y yo que pensaba que no se había dado cuenta!
La rutina de todos los viernes ir a buscarla a danzas, la tana apretando una lola contra mi brazo…
Un día le digo: tana, no puedo más… tené compasión…
Y ella que me contesta: somos tres los que no podemos más…
Y yo: ¿cómo es eso?
—¿Sos tonto? Yo no veo la hora de tenerte, vos no ves la hora de tenerme y mi marido la de tener a tu mujer, ¿o no te diste cuenta?
—Noooo.
—Estábamos ansiosos de que se casaran para que estemos todos en un pie de igualdad. Si vamos a intercambiar o ser swinger seámoslo seriamente —me dijo con cara de circunstancia.
—Olvídenlo, ella no va a querer nunca.
—Si no se lo proponés, nunca te sacarás la duda.
—Ni en pedo me atrevería a proponerle eso.
—Entonces la convenceremos entre los dos… ¿nos das permiso?
—¿Cómo?
—Jamás se lo diremos pero vos te ocuparás de hablarle de nosotros cuando le hagas el amor, yo me ocuparé de decirle que mi marido está entusiasmado con ella.
—No va a andar.
Me miró con cara de pícara: veremos…
Al mes la alemanita me dice en un recreo al hacer el amor: ¿Sabés que el turco me desea?
Y yo: no sabía, qué hijo de puta —pero agrego:— lo entiendo, no tiene mal ojo…
—Y la tana te desea a vos…
—Tampoco lo sabía.
Entonces le dije: ¿Querés fantasear con ellos?
—¿Te parece?
—Sólo si te da placer… No es más que un juego inocente…
—No sé, quizá… Si a vos te parece lo hacemos… por ahí es divertido.
—Dicen que es excitante.
—Entonces probemos, querido. Ellos seguro que fantasean con nosotros…
Y así empezamos a fantasear con el turco y la tana todas las noches. Es muy fuerte saber que la pareja con la que fantaseamos nos está deseando.
Como a los seis meses, una noche nos quedamos a dormir en casa de ellos después de una cena.
El turco le rozó la pierna contra la pierna de mi mujer y ella no la sacó.
La tana vio que el marido le guiñaba un ojo y me tocó la bragueta.
Mi mujer me miró como pidiendo permiso, le hice una seña asintiendo con la cabeza.
mientras la tana me cogía desnuda en el living, se escuchaban los jadeos de mi mujer en el dormitorio.
Desde entonces nos quedamos todos los viernes en casa de ellos hasta el mediodía del sábado. Tardamos seis meses más en hacer cama de cuatro. Los años que duró fueron años hermosos. Todavía, de tanto en tanto nos enganchamos a la noche con: ¿te acordás de la tana y el turco?

(La tana y el turco)


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